Asociar los productos de limpieza con la higiene y la sanidad es algo común. A fin de cuentas, y tal como el nombre lo indica, ellos nos ayudan a hacer que nuestras actividades de rutina sean más limpias e higiénicas. Sin embargo, rara vez pensamos dónde va la suciedad que limpiamos, así como tampoco pensamos qué hay en la composición de los productos que usamos para limpiar. Nombres tan retorcidos como alcalinos, benceno, secuestrantes y tensoativos no pueden ser nada bueno.
El jabón en polvo, que en realidad debería ser reconocido por el nombre de detergente en polvo - porque su composición química es la de un detergente, no la de un jabón- está lleno de esos nombres que no logramos entender. En la práctica, este producto puede agredir nuestra piel y causar alergias serias - no en vano se aconseja que la ropa de bebé no se lave con jabón en polvo convencional. También es perjudicial para su ropa, por ser un tratamiento agresivo debido al alto nivel de tóxicos que contiene. Por último, es extremamente nocivo para el medio ambiente, sobre todo porque los activos químicos que producen espuma son todavía más difíciles de disolver.
Al llegar a ríos, lagos o incluso al mar estos productos causan, además, diversos efectos en la vida acuática. La espuma en la superficie de un río, por ejemplo, hace que disminuya la entrada de luz, lo que es esencial para que los organismos pueden realizar la fotosíntesis. Asimismo, sus activos interfieren en las tasas de aireación del agua que deberían elevar la cantidad de oxígeno presente. Otro factor prejudicial es el que tiene que ver con las aves acuáticas: cuando sus alas, que protegen el aire que les permite flotar, entran en contacto con el detergente en el agua, la tendencia es que el aceite presente en las alas se diluya, por lo que pueden perder su capacidad de movimiento y oscilación. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿No lavar más ropa? Nada de eso.
Existen tres grandes opciones. La primera es producir jabón en polvo casero. Una de las recetas lleva jabón de coco en barra (compre el más natural que encuentre, con la menor cantidad de ingredientes posible), bicarbonato de sodio y carbonato de sodio. Si bien el bicarbonato se encuentra fácilmente en todos lados, el carbonato es un poco más difícil de hallar, pero el proceso para hacerlo a partir del bicarbonato es muy simple: básicamente se debe poner el bicarbonato en el horno y dejarlo 40 minutos hasta que su composición se altere.
El paso a paso de la receta consiste en rallar y triturar el jabón de coco primero y agregar después los otros dos ingredientes. Las medidas aproximadas son: 100 gramos de jabón de coco cada 1 taza de bicarbonato y 1 de carbonato. Si quiere darle aroma a su jabón en polvo, y por lo tanto también a sus ropas, agrégale los aceites esenciales que más le gusten.
La segunda opción son las bolitas ecológicas, o bolitas mágicas, que todavía hoy generan diferencia de opiniones. En este caso, no se necesita ningún tipo de jabón porque son las bolitas las que prometen limpiar su ropa por contacto, alterando el PH del agua y proporcionando un lavado apropiado.
La tercera opción, la más práctica, es comprar un jabón en polvo orgánico, natural, de marcas conscientes y responsables con el medio ambiente. Ya existen algunas marcas que comercializan estos productos en varios países y con sólo hacer una búsqueda en Internet podrá dar con muchas de ellas.
Cambiar de hábitos es un proceso que siempre exige tiempo y esfuerzo. Pero vale la pena. Cuidar al mismo tiempo su salud, el planeta y su ropa es algo posible.